Las zonas montañosas del norte de Río de Janeiro han sido las más golpeadas por las lluvias más intensas en 44 años. Las precipitaciones han provocado que ríos de lodo arrasaran con todo a su paso por las ciudades, ocasionando que más de 5.000 personas se hayan quedado sin hogar.
Casi cuatro días después de que las intensas lluvias provocaran inundaciones y deslizamientos que ya han provocado más de 600 muertos, los cementerios de la zona se han visto desbordados y los medios brasileños informan que los residentes de las áreas aisladas se han visto obligados a enterrar los cuerpos ellos mismos.
Muchos habitantes de la zona temen que sus familiares estén enterrados bajo el barro y las piedras que destruyeron varios pueblos al pie de la montaña. Si así fuera, el número de víctimas mortales ascendería drásticamente. La organización Save the Children teme que la mitad de las víctimas mortales sean niños. Las autoridades no han dado estimaciones sobre la cifra de desaparecidos. Esta catástrofe es un desafío para la presidenta, Dilma Rousseff, y pone de manifiesto los errores de planificación de emergencia y prevención de desastres en un país que aspira a tener un estatus de nación desarrollada en los próximos años.
El gobierno federal ha destinado 343 millones de euros en ayuda de emergencia y donaciones. El torrente de agua y tierra barrió como un maremoto las comunidades pobres, destruyendo casas y provocando la muerte de familias mientras dormían. Los servicios de rescate sólo pueden llegar a pie a las áreas más afectadas y buscar a mano entre el barro y los escombros para encontrar supervivientes, dado que los vehículos y la maquinaria pesada aún no podían pasar por las carreteras cortadas, además la incesante lluvia dificulta todavía los esfuerzos del rescate.
Imágenes : BBC Mundo
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